La gente toma demasiado en serio y demasiado personalmente sus sentimientos, sobre todo los negativos. En vez de sentir ira, temor, ineptitud, odio y culpabilidad, preferiría sentir gozo, confianza, capacidad, amor y orgullo. No obstante, acepta automáticamente el primer sentimiento que el subconsciente le ofrece y se dice, de forma derrotista y convencida: “Es que así soy yo”.
A estas alturas usted ya sabe que no tiene por qué conformarse con los sentimientos accidentales programados en su subconsciente, y sabe cómo emplear combinadamente los componentes de su mente para elegir los sentimientos que preferiría. Ya que dentro de usted existe toda la gama de emociones humanas, puede escoger las mejores para hacer de usted una gran persona.
Examine su historial hasta ahora. Su vida fue un accidente desde el principio, porque usted no eligió nacer. En aquella histórica eyaculación se liberaron 78 millones de espermatozoides, pero sólo uno llegó a su destino para darle vida. Si hubiera tenido opción, lo más probable es que no hubiera escogido el espermatozoide que accidentalmente le dio la vida.
De la misma forma en que no decidió vivir, tampoco decidirá morir, pero de todas maneras morirá. En relación con todo el tiempo medido la duración de su vida representa menos tiempo de lo que se toma un flash en encender y apagarse, razón de más para llevar la vida que usted quiera, y no la que le tocó por accidente.
Usted no escogió a sus padres, ni ellos a usted. Así pues, no tiene por qué responsabilizarse de lo que ellos son, ni de sus sentimientos. Si son un par de perdedores, qué lástima. Si sigue tratando de quererlos, sintiéndose cada vez más culpable porque ese cariño es cada día más difícil, ¿De qué sirve esa culpa? Acabe con ella.
Lo que heredó es cosa del pasado. No se castigue por haber tenido unos padres que no hubiera elegido de haber tenido opción de hacerlo.
Por otra parte, no eligió ni el color de la tez, ni el sexo ni la nacionalidad, como tampoco tuvo nada que ver con el cociente intelectual que le tocó en suerte, ni con el tamaño de los pies, ni con el espacio que hay entre los ojos, ni con la tendencia a tener buen o mal aliento. Si está contento con esa combinación de rasgos que es su persona, considérelo todo como un beso que le ha dado el Creador.
Usted tampoco eligió su nombre. La mayoría de la gente, como no sean los visionarios de Hollywood, se conforma con nombres y apellidos que les tocaron en suerte, por más feos que sean.
Cuando usted tenía cinco años, le dieron sus padres una lista de religiones para que decidiera a cuál quería pertenecer? Claro que no. Usted practicó la religión de ellos. No hay niños protestantes en el seno de una familia católica, así como no los hay mormones de cinco años que luchen por convertirse al judaísmo.
Así como usted no escogió su religión, tampoco eligió el sentimiento de culpa programado en su subconsciente cuando comenzó a confesar sus pecados a una persona dentro de una cabina, a la cual no podía ver, antes de poder discernir entre lo mortal y lo perdonable, lo bueno y lo malo. Usted no escogió la confusión proveniente de un sermón en latín, o de llamar “padre” a alguien que no era su padre y “hermana” a alguien que no lo era en realidad.
Cuando era niño, ¿le permitieron sus padres decidir cuáles palabras eran malas, y cuáles buenas? No, las palabras malas eran simplemente aquellas que molestaban a mamá, y si las pronunciaba le pegaban. Había otras que lo tenían preocupado porque le daba miedo preguntar su significado, Aunque los adultos sí las decían.
Usted no decidió que “político” fuese una buena palabra, ni que “prostituta” fuese mala.
¿Eligió usted la escuela primaria a la que asistió? ¿Y la secundaria? ¿Estaba capacitado para escoger la universidad o para pagar sus estudios? No, probablemente se inscribió en una que le recomendó un amigo por fácil y divertida, o quizá en otra que estuviera lejos de la casa para sentirse libre, o cerca para estar junto a mamá y papá, y por ende, sentirse protegido.
¿Eligió, consciente y deliberadamente, marido o mujer? ¿Puso un anuncio de “Se solicita cónyuge” en el periódico? ¿Fue eliminando candidatos hasta dar con el que deseaba exactamente? La mayoría se conforma con el que vive cerca y está disponible; con aquél que encuentra sin muchos problemas.
Si es usted una persona obesa no es porque haya decidido serlo. Si uno de sus padres es gordo, usted tenía cuatro probabilidades entre diez de serlo también. Si los dos son gordos, sus probabilidades fueron de ocho entre diez. Aunque la obesidad no sea hereditaria del todo, usted aprendió a ser obeso porque siguió los patrones impuestos por sus padres. Las niñas se pintan los labios con el lápiz labial de sus madres y se pasean por la casa con los zapatos de tacón alto de éstas. Los niños dan de martillazos en el taller del padre y pretenden afeitarse aunque no tengan barba todavía. Si los padres se atiborran de comida, también los hijos lo harán.
Si usted fuma, está consciente de que no fue decisión suya el convertirse en fumador. No se empeñó en librar una tremenda lucha con el desagradable cigarrillo hasta que su cuerpo se acostumbró a la nicotina. Lo que probablemente haya decidido es que lo aceptaran sus amigos que ya fumaban y actuaban como adultos, mientras usted estaba junto a ellos boquiabierto y con las manos desprovistas de un cigarrillo, como el niño que era.
Usted tampoco tuvo nada que ver con haber heredado por parte de su madre un gene determinado que hizo de usted un calvo a los 32 años. Tampoco escogió las pecas que tiene en la cara ni su acento provinciano. A decir verdad, la mayoría de la gente ni siquiera decide en qué va a trabajar, pues todo depende de las aptitudes desarrolladas en escuelas y universidades que tampoco eligieron.
Si se pone usted a analizar las cosas que ha elegido consciente y deliberadamente, lo primero que sentirá salir del subconsciente será coraje, ya sea con usted mismo por permitir que la vida que lleva sea resultado de accidentes, o conmigo por estarle señalando lo que no ha elegido.
Sin embargo, ya sabe que no tiene que aceptar la primera emoción que le sugiere su subconsciente. Mediante la técnica de psicofusión, sálgase de su emoción y obsérvela a distancia y objetivamente.
¿Ve usted lógico enojarse consigo mismo? Claro que no sea lo que fuere la vida, hizo lo mejor que pudo en su momento.
¿Le parece lógico indignarse conmigo? No, si acepta el análisis que yo hago con respecto a sus decisiones y con el objetivo que lleva: motivarlo para que haga de su vida lo que desee, y no conformarse con la que accidentalmente le tocó.
Haga a un lado su coraje y sustitúyalo con esperanza. Si alguna vez creyó que no tenía esperanzas de poder hacer de su vida lo que usted quisiera, ahora ya pensará diferente. Sabe que la clave del cambio está en su subconsciente, en espera de transportarlo a una vida mejor. .
Aunque hasta ahora gran parte de su vida haya sido accidental, no tiene por qué ser así lo que le queda. Recuerde que si le disgusta esa persona creada por los accidentes, puede modificarla. Emplee sus capacidades ocultas para ser como quiere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario